Desde hace tres años en el mes de enero, cuando florecen las acacias (mimosas en nuestra tierra), las redes sociales de grupos animalistas y de los ecologistas más radicales actúan de agitadores de masas y sus notas de prensa son una llamada al sabotaje de la caza.
A lo largo de estos años hemos mostrado nuestro respeto a la discrepancia entorno a la caza, con aquellos que dicen no comprender nuestra actividad. Pensamos que las cuestiones doctrinales e ideológicas pueden ser motivo de discordancia, pero no deben generar barreras humanas. Esas fronteras las crean aquellos que para argumentar utilizan la mentira, la descalificación, el acoso,..., cuando pretenden demostrar la superioridad de su argumento, en base a la supuesta ignorancia de unos, y a la aparente ilustración de otros. Esta campaña anticaza además de maldad, tiene en la injuria y en la calumnia, una perversidad ética y moral, contraria a los más elementales derechos de la persona. Se pretende desacreditar la capacidad de decidir de los que ellos consideran menos cultos. No es tolerable el desprecio por el discrepante ideológico, ni la imposición y el sabotaje. Esas actitudes son propias de inquisidores y partidarios de los sistemas totalitarios.
La caza es una actividad permitida y autorizada en todos los países del mundo, y en el nuestro también. Por tanto las actuaciones organizadas, y tendentes a obstaculizar una actividad legal, son un sabotaje y representan un menosprecio al criterio lícito de los individuos, aunque estos sean contrarios al dictamen de unas minorías, camufladas de organizaciones benefactoras, que sienten la irrefrenable necesidad de "pastorearlo todo" en pos de objetivos, a su entender, supremos, pero en realidad materializan un quebranto de derechos, para lo que no están legitimados.
Esta forma de actuar poco tiene que ver con manifestar la discrepancia por los cauces que nuestro estado de derecho establece. Un estado de derecho que no reconoce el amparo en el anonimato de unas siglas para el insulto, ni mucho menos el amedrentamiento del discrepante. En esa escalada de coacción, ¿cuál será el siguiente paso?, ¿nuestra eliminación?
Hace tiempo escuché una definición de delito, no referida al ilícito penal, sino al concepto, que me ha parecido muy atinada: son aquellas actuaciones que sobrepasan el umbral que la sociedad admite como tolerable de los comportamientos indignos de las personas. Creo que el comportamiento de estas personas hacia los cazadores encaja perfectamente en esa definición.
Todo esto nada tiene que ver con los debates serenos sobre las cuestiones rurales, en las que se debe buscar un consenso social acerca del tipo de sociedad a que aspiramos, pero nunca promover conflictos artificiales entre lo rural y lo urbano, porque eso constituye una relación desequilibrada numéricamente, siempre favorable a los intereses urbanos. Los nuevos usos del territorio, a veces enfrentan las actividades tradicionales del campo con una visión urbana del mismo. Una concepción equilibrada del medio rural no debe confrontar protección, con producción y respeto al medio de vida agrario. La conciliación de ambos conceptos es posible, deseable y hasta necesaria. Ahora bien, eso no es posible desde preceptos sectarios u opresores ni desde posiciones de abuso o sometimiento.
Los medios de comunicación en este asunto, como en tantos otros, tienen un papel crucial. La magnitud de las diferencias no puede ser proporcional a las informaciones que circulan por Internet. En estos asuntos, la opinión de las gentes del rural no se manifiesta por los cauces de opinión urbanos, las redes sociales. Si no hacemos un ejercicio de responsabilidad para conocer el criterio de las gentes del campo se corre el riesgo de anular su pensamiento y por tanto de producir profundas injusticias, en una supuesta defensa de realidades que no existen y creando conflictos virtuales.
El pasado 30 de enero, los cazadores nos mostramos respetuosos como siempre. Nada teníamos que demostrar, pero una vez más hicimos gala de un alto valor cívico soportando los insultos, la burla, … de esa minoría que no piensa como nosotros. En esta ocasión también quisieron estar presentes los verdaderos actores del medio rural, los agricultores y ganaderos de Portomarín. Estas personas se manifestaron de forma tolerante, defendían sus legítimos intereses y su dignidad como trabajadores del campo, pero al mismo tiempo también quisieron mostrar su apoyo a los cazadores y a su labor como reguladores de las especies silvestres.
Cuando en la plaza de Portomarin pude ver la concentración de los agricultores, con sus pancartas reivindicativas, a la que se habían sumado los portavoces de los tres grupos políticos existentes en la corporación municipal, al lado de sus vecinos, aquellos que democráticamente les han elegido y a quienes se deben, he sentido una satisfacción especial, ha sido una prueba palpable de que nuestro medio rural sigue vivo. Tengo que confesar que tuve un deseo inmenso de poder ser uno mas en aquella concentración. No lo hice por responsabilidad, porque era su justa reivindicación y el protagonismo debía ser suyo. En mi subconsciente, sí estuve en medio de los agricultores y mi imaginaria pancarta rezaba “sachar por sachar non”.
José María Gómez Cortón
Presidente Federación Galega de Caza