La robusta e incontrolada cabaña de jabalíes que puebla los montes gallegos se ha convertido ya, salvando el precio de la leche, en el peor enemigo de los ganaderos del país. Con el maíz espigado y esperando su punto para ensilar, el porco bravo ha sembrado Galicia de pequeñas catástrofes en fincas de norte a sur y de este a oeste, replicando un fenómeno que se repite cada año y que desespera, no solo a los ganaderos, sino a la mayoría de los que viven en el medio rural.
Un estudio reciente de Feplac Galicia, una patronal que agrupa en torno al 40% de la producción lechera del país, tasa en 13,7 millones de euros los destrozos que el animal provoca solo en la cosecha de maíz, el cultivo más castigado por la especie. Otros expertos calculan que los daños en praderías y huertas podrían tranquilamente doblar esa cantidad, con lo que la actividad destructiva del jabalí estaría ya por encima de los 25 millones de euros anuales. Como contrapartida, la Xunta tenía establecida este año una cantidad de 250.000 euros para todos los daños causados.
Ante la dimensión que ha alcanzado el problema, no es extraño que agricultores y ganaderos muestren su desesperación. Las compensaciones previstas por la Administración autonómica tienen un tope de 1.500 euros por productor, y todas las que fueron aprobadas en el 2009 están todavía sin pagar. Ante el espectacular crecimiento de los daños, una parte importante de ellos ni siquiera llegan a denunciarse, Medio Rural anunció un aumento de las batidas de caza y del período durante el que podrán ser autorizadas, fiando a los cazadores la regulación de una especie de la que, ahora mismo, se desconoce su censo, siquiera aproximado.
En función de los 9.000 ejemplares abatidos el año pasado, algunas fuentes apuntan a una cabaña que podría superar los 40.000, aunque los ganaderos estiman que la cifra es mucho mayor en función de la velocidad con la que se han extendido por toda Galicia. En los últimos tres años, el ataque del porco bravo a pequeñas huertas adosadas a las viviendas, incluso a los silos, ha pasado de ser un hecho extraordinario a convertirse en algo habitual. En medio de esta falta de datos, los ganaderos consideran que la medida lanzada por la Xunta puede contener ligeramente el problema, pero reclaman un control más exhaustivo de su población y de su avance demográfico, como se hizo en otras comunidades: «O que non pode ser é que nós sexamos os únicos que alimentamos ao xabaril», explican desde Unións Agrarias.
Rifles en el maletero
La sensación de desamparo que viven muchos afectados ha hecho que la lucha contra los ataques del jabalí haya traspasado los límites de lo legal. No son infrecuentes los testimonios de disparos en la noche o, como comenta un conocedor del medio, que algunos viajen con un rifle en el maletero de su vehículo, por si se cruza con algún ejemplar. La Federación de Caza recuerda que existe una figura autorizada para vigilar los cultivos, pero que debe ser autorizada. Cualquier otra actividad nocturna está fuera de la ley. Como los lazos, comunes ya en algunas fincas, pese a que el jabalí es un animal de extraordinaria dureza. Hay quien los ha visto con solo tres patas y la misma capacidad destructora. |