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Éramos pocos y llegó el lobo
A los problemas clásicos del campo y endémicos del vacuno de carne, los ganaderos de A Trapa suman la amenaza de una línea eléctrica y ahora ataques a sus reses
| Benigno Lázare · 8/4/2010
La carne, en la que se centra la producción ganadera de los municipios de la montaña lucense, mantiene el precio pagado al productor casi invariable desde hace dos décadas; el de los piensos subió de forma considerable aprovechando un repunte temporal del de la leche, sin que volviese a descender en la misma medida; la parroquia de A Trapa está en el itinerario de la futura autovía de la red eléctrica, la línea de alta tensión entre Boimente y Pesoz; los costes de la maquinaria y del petroleo son casi siempre ascendentes y ahora comienzan a registrarse daños en la cabaña ganadera causados por los lobos.

El resultado de todo ello es el desánimo que produce la impotencia y la sensación de desamparo que tiene la gente del campo, según se deduce de los comentarios que hacían en estas últimas fechas en la mencionada parroquia fonsagradina. Es una de las zonas de mayor producción de carne y casi la única del municipio en la que aún quedan jóvenes o personas relativamente jóvenes que pretenden continuar al frente de las explotaciones familiares.

Un ejemplo de lo anterior es la casa de José Dorado Pérez, que en la noche del jueves al viernes últimos se quedó sin un ternero tras un ataque de los lobos y desde entonces montan guardias nocturnas. Tiene dos hijos, Javier, de 19 años, y Daniel de 15. Al mayor no le gusta el oficio de ganadero y tiene la determinación de buscar trabajo y marcharse a Barcelona cuando acabe el Bachillerato en A Fonsagrada.

Daniel, en cambio, estaba decidido a continuar en A Trapa cuando finalice los estudios y garantizar la continuidad de la explotación familiar. Sin embargo, según afirma su hermano, si los ataques de los lobos se convierten en algo habitual, sumándose a los demás problemas del campo, se replanteará su futuro. Actualmente su padre tiene alrededor de 60 vacas de raza rubia, limusin y asturiana de los valles, y una veintena de terneros. En la cuadra solo permanecen las madres y los terneros recién nacidos y el resto del ganado está en el pastizal permanentemente.

En otras zonas los daños esporádicos que puedan causar los lobos no alcanzan la importancia suficiente para determinar el futuro de una explotación. Sin embargo, según puntualizaban vecinos del lugar, las granjas de producción de carne de la montaña tienen un carácter extensivo y las vacas tienen que estar necesariamente en los prados de forma permanente. Cada pastizal suele tener varias hectáreas, con vallas de alambre, por lo que no es viable cercarlos con varios hilos eléctricos, aparte de que un lobo los saltaría, según afirman allí. Las indemnizaciones son escasas e insuficientes, y con los bajos márgenes que tienen tampoco pueden asumir la pérdida periódica de terneros e incluso de vacas, que consideran que se podrán producir.

Las batidas son un tabú, pero necesitan una solución rápida

Los ganaderos de A Trapa insinúan que la solución sería la programación de batidas, pero son conscientes de que difícilmente serán autorizadas debido a que afectan a una especie protegida. También aseguran que los cazadores detectaron un descenso en la población de jabalíes como consecuencia de la presencia de los lobos, afirmación rechazada por el guarda del Tecor A Fonsagrada.

En todo caso, los afectados reclaman una solución urgente porque consideran que están al comienzo de una situación insostenible a la que no pueden dar salida por su cuenta. En similares términos se pronunció el alcalde fonsagradino, Argelio Fernández Queipo, que urge a la Consellería de Medio Ambiente a que busque una solución para evitar más daños en A Trapa.

Un seguro de 1.600 euros anuales

El barrio de Villaba, en el que se produjo el ataque que causó la muerte de un ternero, tiene 11 casas habitadas y tres explotaciones ganaderas. En el vecino lugar de Labiada, también perteneciente a la parroquia de A Trapa, hay siete casas y otras tres explotaciones, aunque alguna es pequeña. Las granjas de los dos núcleos que recibieron la visita nocturna de los lobos abonan un seguro privado. José Dorado paga anualmente 1.600 euros y la compañía tasó el ternero muerto en 300. Si la consellería decide concederle una indemnización, solamente le corresponderán 150 euros.

Los ganaderos consideran que en Asturias, de dónde probablemente proceden los lobos, las indemnizaciones son mucho mayores y sin tanta burocracia.


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