Los ganaderos han entrado en tal depresión cada vez que llega la época de plantación de maíz forrajero, ante los ataques imparables de los jabalíes a sus tierras, que hasta han dejado de plantar, porque es hacer un gasto para que esos animales que ya se aventuran incluso a dejarse ver por Santiago acaben destrozándolo todo. Los ataques a las cosechas de forraje llegan al extremo de que se producen ya a plena luz del día y, aunque hay quien intenta ahuyentar a esta fauna salvaje con vallados y artimañas varias, los resultados siguen siendo más bien desesperanzadores.
Nos encontramos en la planicie del Corzán, una fértil llanura sobre el Val de Barcala, en Negreira, a unos 400 metros de altitud. Allí creen en los usos compatibles de los recursos naturales -caza y ganadería-, pero las zonas rocosas cubiertas con tojo son el lugar ideal para los jabalíes: «Si, ten que haber de todo, pero non é de recibo que pagues unha renda anual e que che levanten unha leira de tres hectáreas», lamenta María José, de la sociedad cooperativa Tras do Prado, que añade que la Xunta «debería controlar máis a fauna salvaxe ou acabarán coa nosa forma de vida, porque non seremos capaces de manter as nosas explotacións», advierte.
Impacto en la producción láctea
Los ganaderos consideran fundamental que se actúe durante los períodos más sensibles de los cultivos, con independencia que no sea época de caza, dado que es entonces cuando mayores son los estragos que causan las manadas de jabalíes, que prácticamente campan a sus anchas por los terrenos sembrados. Los afectados ponen el dedo en la llaga cuando subrayan la incompatibilidad que tiene su masiva presencia para un futuro del sector lácteo en el que manda «a certificación de calidade do leite, por enriba do que temos actualmente». «Búscase a marca diferenciada para o consumidor, pero si a fauna salvaxe é conductora de enfermidades, como está demostrado, a Administración debe asumir o control de pragas para que o sector gandeiro poida manterse», señala Ana Rosa Baliña.
En la zona de O Corzán, los ganaderos aún tienen muy fresco en la memoria un suceso revelador acontecido el pasado año. «Nun control sanitario tivemos unha reacción de cruzamento aviar, polo que durante tres meses, houbo catro granxas que tivemos de dúas a tres vacas bloqueadas, sen producir e comercializar leite», relatan. Hasta que efectuaron una contra análisis que arrojó claridad al asunto, «pois non era contaxioso». Admiten que «fixemos o que tiñamos que facer», que fue no enviar las reses al matadero en tanto no subiesen el resultado final.
Los productores lácteos insisten en expresar sus quejas porque no pueden controlar a la fauna salvaje, pero sí están obligados a cumplir «os compromisos en control sanitario».