El único perro adiestrado para seguir, en exclusiva, el rastro de los mapaches es una hembra de braco alemán de pelo corto, tiene 6 años, es de color chocolate con lunares grisáceos y se llama Greta. La entrenaron específicamente para que siguiera a este mamífero carnívoro en el río Miño, en Outeiro de Rei, en la campaña de erradicación de esta especie invasora que efectuó una empresa, por encargo de la Xunta, en el año 2014. Greta ha participado desde entonces, ya como profesional, en otros tres proyectos en Asturias -en el entorno de Avilés y cerca de Gijón- y en Madrid.
La perra es propiedad de un biólogo asturiano que colabora con la empresa Consultores en Iniciativas Ambientales, cuyo responsable, Jorge Fernández Layna, también biólogo, asegura que Greta es excepcional rastreando mapaches porque no marca otros animales similares como las ginetas o las martas, algo que no es fácil de conseguir. Se la compraron a un criador, inicialmente para formarla para un estudio de mortandad de murciélagos en molinos de viento. «Era espectacular cómo trabajaba, pero finalmente decidimos entrenarla para los mapaches y no nos ha decepcionado». Esta misma empresa también tuvo perros para la detección de nidos de urogallo con crías, que usaron en otros proyectos.
Pruebas de campo
La braco alemán, con aptitudes innatas, recibió un curso de formación de un criador profesional, que estaba incluido en el precio, 1.600 euros. Las pruebas de campo específicas para mapache las realizaron en el Miño durante un período de cinco meses y supusieron, según Fernández Layna, otros 2.000 euros de inversión. Greta tuvo que seguir en ese período rastros de cadáveres de mapache, de trapos que estuvieron en contacto con el invasor y marcó zonas en las que previamente había huellas del animal. Como recompensa, cada vez que hacía bien su trabajo recibía un estímulo. «Puede ocurrir que formes a un perro con buena genética para la caza -explicó el biólogo- y que no funcione. No fue el caso de Greta, que siente una atracción especial por el mapache».
Durante los meses de entrenamiento también le hicieron pruebas con martas muertas o enjauladas y las superó porque, según Fernández Layna, las ignoró por completo, a diferencia de lo que hace cuando localiza un rastro de mapache. En estas ocasiones se pone muy nerviosa.
Diez años de vida útil
La vida laboral de un perro de estas características, según el biólogo, es de 10 años. Greta, con seis, está ahora en el mejor momento de su carrera para las tareas para la que la entrenaron. «Ahora -según Fernández Layna- hacemos períodos de dos horas, con descansos. No es bueno que trabaje más de seis o siete horas en un día porque pierde el estímulo y el interés».
Greta no transmitirá sus genes. No es habitual el cruce de este tipo de perros, entrenados para trabajos especiales. Quienes los usan prefieren ir a lo seguro y recurrir a camadas con garantías.