Cada zancada de un jabalí macho adulto sobre el monte, suena seca como la caída de un saco de patatas, y retumba en el suelo. Son entre 70 y 90 kilos en movimiento, buscando comida entre el bosque bajo, corriendo a unos 80 kilómetros hora, y emitiendo gruñidos entre las sombras. Ahora se acerca su periodo de apareamiento y eso incrementa su movilidad. Quizá por eso los estudios reflejan que entre octubre y enero es cuando se produce el mayor número de accidentes de tráfico causados por jabalíes. Además, su aspecto huidizo y oscuro, combinado con la caída de horas de luz que se da en estas fechas, dificulta aún más las posibilidades de que los conductores los detecten a tiempo.
En manada o en solitario, su presencia supone un peligro fuera de su hábitat, especialmente para los conductores. En España, los jabalíes están detrás del 31% de los accidentes de tráfico con animales, según el último informe de AXA y Ponle Freno, que también señala que Ourense se mantiene año tras año entre las diez provincias españolas con mayor número de colisiones con animales cinegéticos, y asciende a lo más alto si se trata de analizar en particular los siniestros provocados por jabalíes. En 2015 se registraron 1.376 accidentes de tráfico causados por este animal. Las comarcas de O Carballiño, O Ribeiro, Celanova y Trives son las más afectadas.
La hora del amor
En celo entre noviembre y enero, los machos buscan a las hembras sin descanso, llegando incluso a veces a olvidarse de comer. Cuando encuentra una piara, el animal batalla contra posible rivales y expulsa a los más jóvenes, nacidos el año anterior. No se conforma con una jabalina, sino que puede alcanzar tres, cuatro o más. De concebir ahora, su gestación se prolongará hasta mediados de enero.
Buscando comida, y en estos días también buscando piaras, el jabalí se acerca cada vez más a la ciudad. En el barrio de O Vinteún su presencia ha dejado de ser extraordinaria. “Los vecinos me cuentan que los han visto en los últimos días de nuevo por aquí, en las proximidades del bar”, comenta la camarera del Punto y Seguido, un bar que se hizo muy popular en verano cuando un jabalí fue filmado paseando las inmediaciones de su terraza, ante el asombro de los clientes. Unos metros más allá de esta zona en la que el bosque y la ciudad colisionan, los vecinos aseguran que “todas las semanas se están viendo jabalíes en el barrio".
OURENSE, SU REFUGIO
“El pasado verano ha sido muy seco y los jabalíes han tenido muchas dificultades para encontrar zonas donde poder buscar comida con su hocico en el entorno rural de la ciudad de Ourense”, explica Antonio Mota, secretario de la Unión de Asociacións Titulares de Tecores de Galicia (UNITEGA), “por eso, se ha podido ver cómo han levantado las zonas de césped de algunos jardines. Pero curiosamente solo las que tenían riego; dejando las zonas de los jardines que no tenían riego sin tocar”. “Los jabalíes han encontrado en la zona periurbana de Ourense un estupendo refugio donde vivir sin la presión que sufren por la caza de las manadas de lobo (que también están muy cerca de la capital) y del propio ser humano”, añade Mota, “se han acostumbrado a nuestros ruidos y luces y ya no se asustan ante la presencia de los habitantes de la capital".
Por carecer de depredadores naturales, el jabalí ha crecido de modo alarmante en nuestros bosques en las últimas décadas y hoy, al menos en Galicia, las batidas son esenciales para controlar su población. La abundancia de jabalíes ocasiona múltiples trastornos en huertas y cultivos, y en contacto con otras especies, se convierte en un factor de deterioro de la biodiversidad.
UNA EXPANSIÓN IMPARABLE
Al periodista -y cazador- Antonio “Chani” Pérez Henares lo conocemos por sus artículos en La Región, por sus novelas, y por sus tertulias televisivas desde hace décadas. Sin embargo, lleva dentro toda una enciclopedia de caza y naturaleza, y cuando habla sobre ello es cuando se muestra más cómodo y brillante. “La expansión del jabalí es imparable en toda España”, advierte, “oportunista y omnívoro, sin predadores naturales apenas, y capaz de abundantes camadas, se expande continuamente. Ha encontrado en los extrarradios de los entornos urbanos, y no tan extrarradios, una fuente de alimento”, añade, “generalmente son hembras acompañadas de sus crías. Como no son acosados, encuentran comida fácil, y adquieren prontamente el hábito”.
“Son cada vez más frecuentes sus incursiones en lo urbano”, comenta Pérez Henares, “días atrás se hicieron famosos también los que visitan cada noche las cercanías del Hospital Valle de Hebrón en Barcelona”, señala, subrayando que el problema crece en todo el país.
En Ourense, tras la aparición de varios ejemplares en el margen derecho del Miño, algunos cazadores apuntaron a la posibilidad de que se tratara de animales criados en cautividad, que estuvieran siendo empleados para entrenar perros. “Eso es una perfecta estupidez”, zanja Pérez Henares, “en ocasiones algún jabato capturado se cría en cautividad, conozco algunos, y se convierte en un bicharraco enorme, pero esa hipótesis de criarlos resulta un desvarío”.
SOLUCIONES DE VÍA ESTRECHA
El consenso se reduce al mínimo cuando se estudian las posibles soluciones, sobre todo pensando en que su cercanía a la ciudad trae consigo riesgos mayores en la carretera. “Es muy complicado solucionarlo”, cree Pérez Henares, “la superpoblación obligará a un control cinegético más potente”. Pero “a medida que se incrementen los destrozos y accidentes en las ciudades” la solución se hará más urgente y aún menos fácil: “¿liarse a tiros en plena ciudad?”, se pregunta Pérez Henares descreído, “tal vez el arco, por el que se ha optado en algunas poblaciones madrileñas, los arqueros son muy eficaces”.
“Por lógica, lo primero que habría que hacer es sensibilizar a los ciudadanos del peligro que corren cuando tienen delante a un animal salvaje”, opina Mota, “después habría que localizar los lugares concretos donde se están produciendo las entradas de los jabalíes en las ciudades, y aplicar medidas disuasorias: pequeñas batidas con pequeños grupos de perros -sin armas-, petardos que simulen el ruido de los disparos, y el uso de fusiles láser para enfocar los ojos del animal con el objetivo de deslumbrarlos y molestarlos, algo que ya se utiliza en algunos sitios con los cormoranes”.
La bióloga y periodista Mónica Fernández-Aceytuno ha vivido de cerca algunos intentos de solventar el problema. "Unos amigos pusieron alrededor de su casa de piedra lo que se conoce por tepe, una suerte de alfombra de césped que una jabalina y sus rayones levantaban una noche y otra, sin que nadie se apercibiera hasta el día siguiente, cuando aparecía arrugado el césped, y las huellas de las patas y las jetas en el barro. Para alejar a los jabalíes, dejan por la noche en las aldeas a los perros en ocasiones atados en la linde de los maizales, para que los ahuyente con sus ladridos, incluso un transistor encendido, como si no hubiera nada que temiera más un jabalí que la voz humana".
“La captura y esterilización de los animales que proponen los colectivos animalistas, no es una solución”, estima el secretario de UNITEGA, “no resuelve el problema sino que lo mantienen en el tiempo. No estamos ante poblaciones asilvestradas de perros o gatos que han pasado a vivir en colonias callejeras, sino ante animales salvajes que se adentran en las ciudades y que pueden causar daños a las personas”.
Este otoño volverá a estar marcado por la visita urbana de jabalíes. Sobre todo a medida que avance la estación. La caza también se complica. "Los días brumosos tienen su encanto", dejó escrito Iván Turgénev en sus 'Relatos de un cazador', "no gustan a los cazadores, porque el animal escapa y desaparece en la indecisión de los vapores blancuzcos. Pero todo está tranquilo alrededor, ningún árbol, ninguna hoja se mueve, todo parece reposar con delicia". Es el momento propicio para que esas sombras grises deambulen más allá de su hábitat y acechen los barrios de la ciudad.
Más masa forestal y alimento, causas de su superpoblación
La tesis del zoólogo Carlos Nores sobre la expansión de estos animales goza del beneplácito general, tanto de las comunidades ecologistas, como de las de cazadores. El éxodo del campo de mediados del siglo XX, así como la disminución del empleo de leña para calentarse –muchos campesinos optaron pronto por el butano y otros métodos más cómodos- provocó un aumento de masa forestal.
Todo esto se sumó a otro factor que puede resultar aún más sorprendente: con el fin de la posguerra, el final del hambre en España regó los montes de frutos, bellotas y castañas, que ya no eran recogidas ansiosamente por los españoles, contribuyendo a incentivar el alimento de jabalíes. En síntesis, a partir de la segunda mitad del siglo XX estos animales han tenido más espacio para vivir y también más comida.
Por si fuera poco, el incremento de caza contra jabalíes no siempre ha producido el efecto deseado. A mediados de los 90, “con el fin de disminuir la población a causa del elevado número de daños producidos, se amplió la temporada de caza y el cupo ascendió a cinco animales por cacería”, explica Nores, “a pesar del esfuerzo, la densidad se mantuvo estable, pero casi se duplicó el número de hembras reproductoras”. “Es posible que la intensificación de mortalidad cinegética disminuyera la competencia” y “facilitase el acceso a la reproducción de las hembras jóvenes”, concluye el zoólogo. Esto quiere decir que incluso eliminando porcentajes mayores de su población, el número de jabalíes se mantiene año tras año e incluso puede aumentar.
Los otros visitantes nocturnos de la urbe ya no temen a los vecinos
Son jabalíes, pero también se acercan los zorros hasta alrededores de la ciudad, conejos, y hasta lobos, que atacan al ganado en zonas próximas a la urbe hasta cien veces al año. La mayoría de estos extraños compañeros de viaje han ido perdiendo el miedo al contacto con los hombres. Antonio Mota, de UNITEGA, alerta además sobre la falta de información sobre estos animales. "Lejos de espantarlos", explica, "muchos les dan comida y los tratan como si fuesen animales domésticos, sin ser conscientes del peligro potencial que tienen estos individuos, cuyo instinto salvaje puede aflorar en cualquier momento y provocar un desgarro con sus colmillos a una persona confiada, que se sobrepase en sus intenciones de intimar con los jabalíes como si fuera un perro o un gato”. “Solo es cuestión de tiempo que tengamos el primer caso de una persona atacada por un jabalí en una calle de Ourense”, denuncia, "no parece lógico que los habitantes de Ourense, que tienen gran vinculación y raíces en el rural, tengan claro que cuando se colabora en la matanza de un cerdo doméstico es necesario contar con muchas manos y precaución para no sufrir un accidente; y por otro lado, piensen que los jabalíes pueden ser menos peligrosos que esos cerdos domésticos que aún crían sus padres y abuelos en las aldeas”.
La bióloga y periodista Mónica Fernández-Aceytuno, es también gran conocedora de la naturaleza gallega, donde reside por temporadas. "Los jabalíes tienen una actitud, de un lado evasiva, al huir de nosotros cuando nos oyen mientras caminamos por el monte, o quedándose encamados; y por otro, una querencia hacia nuestros campos y viviendas, al frecuentar los maizales cercanos a las casas", explica, "incluso los jardines abiertos donde haya césped regado que permita la proliferación de lombrices".
El pasado verano, se volvieron "virales" en la red las fotografías y vídeos de jabalíes en el paseo del río Miño, la zona de A Ponte, y en O Vinteún.