El pasado mes de noviembre, el Congreso aprobó la nueva Ley de Parques Nacionales. Que nació con el rechazo de la oposición y de los ecologistas, sobre todo por una controvertida prórroga. La que, hasta 2020, permitirá la caza en algunos parques, como los de Monfragüe, Guadarrama y Cabañeros. La norma, sin embargo, no afecta al único parque gallego, el de las Illas Atlánticas, donde está vedada tanto la caza como la pesca deportiva. Sin embargo, esto no siempre fue así. Porque las Cíes fueron durante décadas un auténtico coto, en el que fueron soltados conejos que aún hoy nos encontramos correteando por los parajes de Faro o Monteagudo.
Ya desde el siglo XIX hay testimonios de la caza en Cíes, a raíz de su repoblación. En 1810 se ubicó en las islas un almacén de artillería, un Cuartel de Carabineros del Reino y una cárcel, próxima a la playa de Nuestra Señora. El resultado fue que la población de la ría de Vigo ganó confianza y decidió volver a asentarse en el archipiélago. En 1840, cuando pasan a depender de la ciudad de Vigo, se instalan dos fábricas de salazón que atraen nuevos pobladores, al igual que la inauguración del Faro de Cíes, en 1853, o la creación de un vivero de langostas en el lago.
Aquella población, mayoritariamente llegada de Cangas, vivía de la agricultura y la pesca de autoconsumo, pero también cazaban como diversión.
A mediados del siglo XX, el declive total de la población de Cíes despertó el interés de las clases acomodadas de Vigo. Y, de hecho, los creadores del turismo a las Islas Sicas fue la Sociedad de Caza y Pesca La Viguesa, que convirtió sus excursiones en habituales. Llegaban en grupos de dos docenas de personas y, mientras los hombres salían al monte con sus escopetas, las mujeres se quedaban a jugar a las cartas en la taberna de Chuco, que era el centro de reuniones en la época, donde paraban también los marineros que descansaban de la faena.
Uno de aquellos pioneros de las visitas a Cíes era Emilio Fernández, hoy propietario del cámping, que acudía con su padre a las excursiones. El conejo era la especie cinegética fundamental de un coto espontáneo para la Sociedad de Caza La Viguesa.
Con el tiempo, la caza fue decayendo. En especial, después de que la familia Freire crease Vapores de Pasaje y comenzase el servicio regular con las islas, promoviendo incluso construir un parador de turismo, que se quedó en el restaurante del muelle de Rodas. La caza pasa definitivamente al olvido cuando, en 1968, entra en servicio el ?Illas Ficas?, construido en astilleros de Asturias. Es un barco de lujo para su época, con más de 500 plazas. Aunque su nombre se debiese a una errata: el funcionario del registro puso una ?f? donde debía haber puesto una ?s?, de Sicas. Lo cierto es que, con este buque, el turismo comienza ya a ser masivo.
En 1980, año en que las Cíes son declaradas Parque Natural, el Gobierno central ya dicta una orden prohibiendo la caza en Cíes. La Xunta de Galicia, que nacería un año más tarde, en 1981, prorroga la veda hasta nuestros días.
Pero hubo un tiempo en que las Cíes eran un coto de caza. Y aún hoy en día los conejos campan a sus anchas por las islas, ya liberados de escopetas.