Este monfortino emigró joven a Suiza y Barcelona, donde trabajó en el sector hostelero. Lo suyo siempre fueron los fogones y, por ejemplo, en la capital catalana tuvo la oportunidad de formarse y aprender de los mejores.
En 1992 la familia volvió a la ciudad del Cabe y primero probó suerte con una droguería y un supermercado, pero, como explica José Manuel Fernández, «nese ámbito a competencia era moi forte, polo que decidimos montar o restaurante».
Así nació el bar O Morín, que desde el principio estuvo muy vinculado al mundo de la caza por la afición de su dueño a salir al monte. «Sempre saín ó monte; de feito, cando estaba fóra de Galicia e voltaba de vacacións non perdía a oportunidade de saír a cazar. E que mellor ca saber cociñar o que cazaches?», razona José Manuel.
El restaurante marchó bien desde el primer momento pero en 1996 su propietario tuvo que enfrentarse a uno de los peores momentos de su vida. En una jornada de caza recibió un tiro de forma accidental en el sacro que le dejó herido grave. Pasó mucho tiempo hospitalizado y al final le asignaron una invalidez. El golpe fue duro, pero José Manuel Fernández supo encajarlo y ni se retiró de la caza ni de los fogones.
En el restaurante está apartado de la primera línea, deja el trabajo duro a sus compañeros de equipo y él se encarga de la supervisión y de preparar las recetas que mejor se le dan. «Non sae un xabaril da cociña sen que eu lle dea un visto bo», explica, «pero a faena dura teño que deixarlla ó persoal e adicarme a coordinar», apunta.
En el monte sigue siendo el mismo y, de hecho, es el presidente de la peña de caza Morín, que reúne a treinta tiradores. Se encarga de los papeleos, de preparar las jornadas de caza y de resolver cualquier conflicto que pueda surgir. «É algo que dá moito choio porque cada vez as normativas son máis estritas e hai que estar pendente de mil cousas, pero alguén o ten que facer», concluye el cazador. |