Vino al mundo en la Avenida Buenos Aires de Lalín en el año 1947. Estuvo casado, pero no tiene descendencia. Forma parte de la Sociedad de Caza de Lalín desde 1971. Además de cazar en Galicia también viaja a Castilla y León para participar en la temporada del conejo, su preferida.
Escucharlo hablar de caza es todo un ejercicio didáctico. Se siente cazador, que no tirador, dos conceptos muy diferenciados para Antonio Darriba, al que todo el mundo conoce en Lalín y comarca como "caspatín". Tras muchos años utilizando la escopeta por los cotos de dentro y fuera de Galicia, Darriba prefiere ahora dedicarse a adiestrar a su particular jauría canina, que cuida como si fueran sus hijos. De hecho, hoy saldrá al monte con ellos después de varias semanas de entrenamiento con jornadas en las que este cazador lalinense reconoce haber acabado exhausto. Prefiere las batidas gallegas a las castellanas, sobre todo, porque aquí puede utilizar a su antojo a sus magníficos sabuesos, y augura una temporada "interesante" mientras contempla con recelo como la canícula persiste cuando el calendario señala mediados de octubre. Lleva con orgullo el apodo de "caspatín" porque, asegura, que pocos lo conocen por su verdadero nombre tanto en Lalín como lejos de la comarca.
–¿De dónde le viene este amor por la caza?
–No viene de tradición familiar porque mi padre no tuvo tiempo de ser cazador; marchó con apenas siete años para el colegio de huérfanos de la Guardia Civil y no le dio tiempo. Empecé a los 16 años y, entonces, mi padre respondió por mi cuando saqué el permiso de armas. Compré una escopeta, empecé a cazar perdiz y ahora me dedico, sobre todo, al conejo. Siempre me gustaron los perros, y al gustarte los perros, te gusta la caza. Los animales me gustan mucho, todos, porque tengo en casa, además de perros, canarios, jilgueros y demás especies. El perro de caza es inevitable que te lleve a convertirte en cazador. Yo, ahora, lo paso también entrenando que cuando estoy tirando con la escopeta.
–¿Cuántos perros tiene ahora para salir a cazar?
–Tengo nueve perras. Para mi, la temporada de caza empieza con el entrenamiento de los perros. Marcho a la mañana y no vuelvo hasta la noche para tenerlos perfectamente adiestrados. Es mi afición, y ahora estoy prejubilado y puedo tener más tiempo para dedicárselo.
–¿Cómo se presenta la nueva temporada cinegética?
–Esta temporada puede ser realmente curiosa y buena. Conejos hay, lo que pasa es que está el tiempo malo. Esto influye mucho para los perros porque estando el suelo seco no encuentran el rastro. Te levantan un conejo y pronto le pierden la pista. Tiene que llover porque el primer día si no llueve la cosa puede ir muy mal. Los perros arrastrarán los hocicos por el suelo seco y apenas podrán sernos útiles a los cazadores.
–¿Qué nota se pondría a si mismo como cazador?
–Yo soy un cazador normal. No te puedo decir cuantas piezas me cobro porque ahora voy mucho más con los perros, y quiénes tiran más son los chavales que llevo conmigo al monte. El que va con los perros al conejo no tira mucho. Tú vas pendiente de los chuchos y les mandas a los otros a ponerse en los sitios por donde puede salir el conejo. El año pasado no sé si maté 17 o 18 conejos en toda la temporada, aquí en Lalín. En la cuadrilla a la que pertenezco se matan bastantes conejos, pero ahora hay chavales jóvenes que les gusta matar, pero yo ya estoy muy de vuelta de eso. Son muchos años. Cacé cuando había mucha caza por aquí y para matar tres o cuatro conejos no hacía falta nada. Después vino la mixomatosis y todo se fastidió.
–¿Qué es lo que hay que tener para ser un buen cazador?
–Para ser un buen cazador necesitas tener un buen maestro que te enseñe, y tener unos buenos perros. Recuerdo que no hace mucho estábamos entrenando con estos chavales de los que te hablé antes y había un agujerito pequeñito en unas silvas y les dije que era un corredor sin romper, y que ahí había un conejo. No me lo creyeron, una de mis perras se acercó y al momento saltó el conejo. Hay mucha gente que estas cosas no las saben porque son tiradores, no cazadores. Una cosa es ser tirador y otra ser cazador. No tiene nada ver una con otra. Hay muchos que tiran muy bien, pero de cazadores cero absoluto. Yo tuve la suerte de conocer a muy buenos cazadores, uno de los mejores que hubo en Lalín le llamaban el "medio pulmón", que era de Donramiro, y ese era el mejor cazador de perdices de toda la comarca. En cambio, iba a tirar al plato o al pichón y nada de nada.
–¿Quién cree que debe pagar los destrozos del jabalí en las fincas particulares?
–Sin duda, lo tiene que pagar la Xunta. Nosotros, los cazadores, ya pagamos lo suficiente. No hace mucho le dimos a un señor de Alperiz 12.000 euros por el derramo del silo de maíz provocado por el jabalí. Y, también, pagamos muchos arreglos de coches. Los derramos del jabalí hacían bailar la sociedad de caza porque es mucho dinero. Ahora tenemos un seguro muy bueno que lo cubre, pero los días que no son de caza, los destrozos corren a cuenta de la Xunta. Sin embargo, los días de caza es cosa de la sociedad.
–Como experto cazador, ¿qué le parece la polémica entre los ecologistas y la caza del zorro?
–El mejor ecologista que existe es el cazador. A nosotros nos interesa, sobre todo, que haya caza. No vamos al monte a cargarnos la riqueza cinegética ni a tirar a todo lo que se mueve porque estaríamos haciéndonos un flaco favor a nosotros mismos. Hace falta zorro y, también, de todo tipo de razas. De todas formas, la cosa cambió mucho porque hace 30 años una piel de zorro valía 5.000 pesetas. Hoy no vale nada. Antes, había mucha gente en las aldeas que con trampas o cepos cogían zorros por un tubo. Hoy nadie se dedica a eso y, claro, la población aumentó mucho. No tengo nada contra los ecologistas, pero no entiendo por qué se comportan así contra unos cazadores que, repito, son las más interesados en que los montes estén poblados de caza.
–¿Cómo calificaría el mantenimiento del coto de Lalín?
–Está muy bien. Está controlado, y es un coto donde se suelta mucha caza. No te quiero exagerar, pero este año en conejos debemos andar sobre los tres mil ejemplares sueltos. El año pasado igual. De eso puedo hablar porque todos pasan por mis manos para ser vacunados. No hay ninguno sin vacunar en el coto de Lalín. Eso está garantizado. Y perdices se sueltan también muchas.
–¿Es cierto que un cazador jamás se jubila?
–Bueno. Llega un momento que la edad te pasa factura. Yo, por ejemplo, hace muchos años que no voy a la perdiz porque ya no estoy preparado. La perdiz se caza con las piernas. Hay que andar mucho, y eso es para la gente joven. El conejo es más tranquilo. Sin embargo, en Castilla andas lo mismo al conejo que a la perdiz.
–¿Nunca le tentó practicar la caza mayor?
–No me gusta. Aquí puedo ir al jabalí y al corzo, que van todos los sábados, pero no me gusta. Me parece que a la caza mayor va mucha gente que, a mi modesto entender, no están preparada para esto. Algunos utilizan rifles que te matan a tres kilómetros, y eso es una animalada. Tampoco me llamó la atención nunca lo de los safaris, que ahora ya están prohibidos. A mi, lo que me gusta es cazar por aquí porque tampoco te es bonito ir a Toledo todos los días. El año pasado ni siquiera llevamos perros propios. Para mi, el aliciente de la caza es oír a los perros cantando y latiendo detrás de un conejo. Esto es un deporte para practicar con los amigos. |