Quienes los conocen aseguran que son como dos gotas de agua. «Y no solo lo dicen por el físico; también por nuestra forma de ser», advierte sonriente Cristina Sanmartín. Ella y su padre comparten signo en el zodiaco -nacidos en agosto, les toca Leo en el horóscopo- y, aunque se crea o no en la astrología, lo cierto es que los dos son «parrandeiros, alegres y tranquilos». |
Sin embargo, sus corazones palpitan de forma distinta cuando de empuñar el arma se trata. A José la afición a la caza le viene de familia: su abuelo Juan ya salía al monte en busca de perdices y él empezó a hacer lo propio cuando tenía 21 años. Cristina, en cambio, solo abate piezas en competiciones. «Me da no sé qué salir al monte; yo solo mato animales de granja», explica muy seria.
Hace solo dos años que la hija de José Sanmartín empezó a participar en concursos. Pero lo suyo fue llegar y arrasar. En el 2006 quedó campeona gallega y tercera en el nacional de caza San Huberto. Y en el 2007 repitió éxito: primera otra vez en el gallego y quinta en el español.
Sin embargo, ella jamás imaginó que algún día se subiría al podio. «Siempre me gustó acompañar a mi padre a los concursos, pero nunca me planteé que yo también podría participar, sobre todo porque no me gustaban nada las armas», explica Cristina.
A pesar de sus reticencias, José estaba empeñado en que su hija compitiese y un día encontró la «excusa perfecta» para empujarla a los concursos. Al fallecer Aurelio Burgos -un gran amigo y compañero de afición-, Sanmartín recibió varias escopetas en herencia, y él, que ya tenía seis -el número máximo que permite la normativa- le pidió a Cristina que se sacase el permiso de armas para poder ponerlas a su nombre. A ella no le costó nada pasar las pruebas. Y enseguida demostró que tenía puntería. «Fue algo increíble; la primera perdiz que le pusimos, la primera perdiz que mató», cuenta el padre orgulloso.
Tanto Cristina como José compiten en la disciplina San Huberto, que, según explican, es la prueba del «cazador más ecologista». En este tipo de concursos no se pueden abatir más de dos piezas y se valoran cosas como recoger las fundas de los cartuchos o respetar al máximo la naturaleza. Para Sanmartín, su hija ha conseguido destacar porque «es muy tranquila, tiene buena puntería y sabe llevar bien al perro, aunque le falta un poco de vocación». Ella asiente y contraataca con una ristra de piropos para él: «Es un manojo de nervios, pero porque lo vive mucho. Le echa muchas ganas, mucha ilusión y mucho tesón y, por si fuera poco, está en plena forma».
Frente a las críticas de algunos, José asegura que el buen cazador es el «mejor ecologista», porque ama la naturaleza y, en muchos casos, contribuye a mantener el equilibrio del ecosistema. Y ella le da la razón: «Hay de todo, como en todos los colectivos, pero no se puede generalizar; también hay quien se hace llamar ecologista y no sabe el daño que hace al abrir jaulas y dejar en libertad a cientos de visones», explica la hija de Sanmartín.
Tanto una como el otro sienten auténtica pasión por los perros que los acompañan en los campeonatos. Y antes de la despedida, al preguntarles por lo que desean para este año, vuelven a coincidir. «¿Este año? ¡Este año vamos a por todas!», dice él. Y ella remata: «Sí, sí. A por el nacional y a ver si podemos coincidir otra vez en el podio». |