Mientras la calima
aguantó en lo alto en su freno
al sol, la igualdad se mantuvo
en el Campeonato de España
de caza de rastro de jabalí. La
cima del Cristo en Portomarín,
montaña sobre la que se asienta
la vila lucense ribereña del Miño,
se había convertido en una
romería de monteros —y tras
ellos el público— que agarraban
con fuerza a sus canes, tratando
de acercarlos al camino correcto,
al de la señal ganadora.
Cuando ya al mediodía el calor
arreciaba y lo complicaba todo,
los mejores de entre los mejores
cazadores llegados de todo
el norte del país perseguían en
la fi nal a una pieza inexistente,
salvo por su olor.
Un jabalí doméstico paseado al
albor por las diferentes fi ncas en
donde se desarrollaría la competición
extendió el reguero de
aromas necesario para estimular
el desarrollado olfato de los perros.
Una huella que se diluía al
huir de las horas. Si con la fresca
la competición se igualó, como
decía el a la postre ganador,
el cántabro Luis Gutiérrez con
su perra Mori, todo cambió el
mediodía: «Por la mañana hubo
demasiada igualdad, después,
dependió del campo». Lo secundaron
en el podio el asturiano
Casimiro González y el también
cántabro Carlos Antuñano.
Cuanto más corto y más seco
el pasto, más difi cultades para
los canes. El público, experto
(compuesto en buena parte
por familiares y amigos de los
monteros), comentaba que de
los tres recintos defi nitivos escogidos,
el último (sin segar y más
verde) se mostraba más favorable
a esta especialidad que aúna
compenetración animal-hombre
y contacto directo con la naturaleza.
Les dieron la razón a
los entendidos las decisiones de
los jueces y la actitud de los perros,
pues el podio se copó en
el tercer prado, más abajo y con
hierba sin segar. En el primero,
el mejor había sido el xovense
Pedro Ramos, el más destacado
de los gallegos (cuarto al fi nal),
y que mostró su contrariedad:
«Non o fi xen ben, custoulle o
can coller o rastro, tiven que tirar
moito del». Es, de todas formas,
su mejor clasifi cación en un
campeonato de España.
18 parámetros
Hasta 18 parámetros deben puntuar
los jueces en sus califi caciones.
Uno de los más llamativos,
es la voz del perro. «Cuando está
en el rastro, debe marcarlo con
sus ladridos. Algunos no lo hacen,
y eso penaliza», advertía al
fi nal Santiago Vigo, uno de los
árbitros de la competición. La
excitación de los inquietos canes
al dar con el olor del jabalí
doméstico era palpable, convertido
su ladrido en una especie
de lamento.
Cuanto más tarde, con Lorenzo
con el mazo sobre las cabezas
(hasta 30 grados marcaban los
termómetros), más fi nura debía
enseñar la nariz de los animales.
En este deporte, como excepción,
la genética se presenta
como un factor clave. El grifón
ganador proviene de una familia
criadora que ya suma, con
el de ayer, cinco títulos (los dos
de Luis Gutiérrez, y los tres de
su hermano Marcelo). «El único
secreto es pasar muchas horas
en el monte», cuenta Luis,
que reconoce que le hacen ofertas
por sus perros. «He vendido
alguno», cuenta. Pero no como
cachorros, sino ya adiestrados
y preparados para ganar. |