Revista de Prensa


La lluvia nocturna y el calor de la jornada inaugural minimizaron el número de piezas capturadas en la provincia de Ourense

Luis M. Rodríguez · 17/10/2016

«Apenas vamos a encontrar conejo, con el agua que ha caído y esta temperatura los perros lo tendrán difícil para encontrar un rastro». Era la predicción que realizaba Moncho Guzmán a las ocho de la mañana en la localidad ourensana de Vilamarín y lo cierto es que la clavó.

Él y su pandilla son socios del Tecor Santa Águeda y fieles de esa tradición ancestral que representa la apertura de la campaña de caza menor. No en vano, la mayoría aprendieron el noble arte con sus progenitores a muy temprana edad, con excepciones que confirman la regla, como la de Carlos Montesinos: «Yo me crie en la ciudad, pero es cuando llegas aquí y entras en contacto con el monte que te aficionas por completo». Hoy en día es el vicepresidente de la citada sociedad cinegética y no oculta la cruda realidad: «El gran problema es que se fueron los agricultores y sin cultivos abunda la maleza. Ahora la caza menor escasea y lo que entra es el jabalí y, curiosamente, también el corzo».

Eso sí, su pasión sigue intacta y no tiene que recurrir a ordenadores para recordar «de cabeza» que Santa Águeda cuenta con 387 compromisarios que patean sus 22.000 hectáreas, a lo largo de municipios como el citado de Vilamarín, A Peroxa, Coles, Amoeiro, Maside y O Carballiño -en concreto su parroquia de Seoane-, en un terreno en donde han intentado que la fauna sea autóctona en todo momento, aún con esa asignatura pendiente de los desbroces y los nuevos cultivos.

El grupo de cazadores se reagrupó ayer a mediodía para hacer balance, tras moverse por parejas o incluso en solitario en algún caso. Eduardo Gómez era el que colgaba un ejemplar de su cinturón y admitía: «Nos divertimos bastante, pero conejos había pocos, vimos alguna perdiz y un faisán, pero no llevábamos perros para eso y tampoco íbamos a disparar por disparar».

Fidelidad canina

José Ramón Guzmán -no confundir con Moncho- y Manolo Vázquez coincidían en impresiones antes de compartir mesa y mantel. Porque la tradición de abrir la temporada de caza menor es algo más que salir al monte para probar fortuna o simplemente testar como está la población animal del coto o sus veredas y recovecos. La estrecha relación con los perros también salta a la vista y las fieles Pinta y Perla no se despegaban de Moncho, mientras valoraba la opción de continuar en la sesión vespertina.

Y es que en Vilamarín también hubo batida de caza mayor en la jornada del sábado y la actividad física pasa factura al cuerpo, antes de volver al trabajo de cada lunes. Ya se sabe, toca adaptarse a los tiempos.

Declive de las capturas en Lugo

La primera jornada de caza menor de la provincia de Lugo se resolvió con un declive general en cuanto al número de capturas, tanto en conejos como perdices. Pese a que en algunos lugares se consiguieron unas cifras parecidas a las de la pasada temporada, la tendencia es a la baja en los tecores.

Una de las preocupaciones en la provincia es el descenso radical que, en algunas zonas, se está produciendo en el número de conejos. Por enfermedad o por la desaparición de sus hábitats naturales, su presencia disminuye pese a los intentos por fomentar la repoblación. En la zona de O Corgo, la jornada fue discreta en líneas generales. La presencia de perdices fue similar a la de años anteriores, es decir, más bien tirando a escasa. También pudo influir que la cosecha de maíz se ha retrasado.